domingo, 20 de septiembre de 2009

“La edad no me impide seguir siendo útil”

En el día de ayer, la revista Alma Joven tuvo la oportunidad de entrevistar a una de las participantes del tan renombrado Centro de Promoción del Adulto Mayor, Susana Laray.
Con mucha simpatía y amabilidad que de su persona brotó, Susana permitió conocer parte de su historia y sus actividades de todos los días.



Susana Emilia Laray Torres, de 74 años de edad, es un ejemplo de vida para muchos de nosotros. Descendiente de españoles, como se puede ver en su nombre, madre de 4 hijos, abuela de 10 hermosos nietos, a los cuales adora y disfruta cada vez que los tiene junto a ella para malcriarlos; siempre tiene tiempo para seguir creciendo. Docente jubilada, y psicóloga profesional, luego de terminar su periodo de labores en escuelas, como docente en psicología, ética y ciudadana, entre otras materias; decidió seguir apostándole a la vida y a la sociedad desde un punto más que humanitario. Ella actualmente, y ya desde hace 8 años hace cursos en el Centro de Promoción del Adulto Mayor (CEPRAM) y desde el 2005 presta su colaboración al servicio de atención telefónica a mayores (ATM). Concurre tres veces por semana. Siempre con buena autoestima, afirma que en la vida siempre hay que seguir creciendo como persona, ya sea intelectual como espiritualmente. Sin bajar los brazos nunca deja de estar en movimiento y se compromete siempre por el bienestar de los otros, de su familia y de ella.

- ¿A qué edad tomó la iniciativa de estudiar Psicología?
- En el secundario teníamos Psicología como materia de  quinto Año y me gustó muchísimo, pero no estaba la carrera en ninguna facultad de la Universidad de Córdoba y no tenía posibilidad de trasladarme a otra provincia. Me anoté en Escribanía (Facultad de Derecho); cursé las materias de primer Año. Realmente no me gustaba para nada, de ver el Código Civil ya me daba angustia y no sabía realmente cómo iba a hacer para estudiar semejante “libraco”. Creo que alrededor de octubre o en los primeros días de noviembre, salió en el diario que se creaba la Escuela de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba,(1958). No lo dudé ni un minuto, abandoné Escribanía y me inscribí en Psicología.


- ¿Qué la condujo a tomar la decisión de realizarse como profesional de Psicología a tan temprana edad?
- Creo que tuve la suerte de sentir una verdadera vocación por esa especialidad. Sin ninguna duda, sentía que de alguna manera podía ayudar a la gente que tenía problemas. Y si bien me hubiera gustado tener consultorio creo que aún en la docencia me fue muy útil y algunas veces sin hacer terapia pude apoyar a alguien que lo necesitaba.


- ¿Fue un gran desafío tratar de no mezclar el rol de madre con el de psicóloga?
- Como madre las cosas son muy distintas, ya que el terapeuta debe tomar, para bien, una saludable distancia con el paciente. Tanto de uno como del otro para poder ser objetivo en el abordaje de los problemas; esto en el rol de padre/madre yo diría que es imposible (al menos en mi caso) ya que hay un componente afectivo muy fuerte del que yo,  al menos, no creo poder separarme. Si puede ayudarnos a comprender muchas situaciones que tal vez a los padres sin esos conocimientos les cueste más asimilar o entender. En ese sentido si es realmente una importante ayuda.


- ¿Siente una gran responsabilidad social al saber que desde su profesión puede ayudar a la gente?
- El saber que de alguna manera vamos a ejercer alguna influencia sobre otras personas nos hace sentir una gran responsabilidad, ya que estamos interactuando con seres humanos a los que según nuestra actividad podemos  ayudarlos o perjudicarlos; es una responsabilidad muy grande y que nunca debemos perder de vista.


- ¿Cómo fue que se enteró de la existencia del Centro de Promoción del Adulto Mayor (CEPRAM)?
- Haciendo un curso  en el PUAM (Programa Universitario para Adultos Mayores) me enteré que se abría  este instituto y como conocía algunos de los profesores que integraban el cuerpo docente, y teniendo en cuenta que las materias que se dictaban me interesaban muchísimo decidí inscribirme. Desde entonces, he cursado varias de ellas y además del aspecto curricular que me satisface mucho, creo que lo más importante que hemos encontrado quienes asistimos, es un espacio de contención para los mayores; donde además de lo académico, lo más destacado es el aspecto humano en el encuentro de personas con intereses y necesidades específicas y comunes, que se dan apoyo y construyen espacios de comprensión, amistad, compañerismo y esparcimiento.


- ¿Qué tipo de cursos se prestan en el CEPRAM?
- Los cursos están organizados en doce áreas y  en cursos anuales y cuatrimestrales según su duración. Entre las áreas se pueden encontrar por ejemplo: Lenguas extranjeras, Informática, Psicología, Cultura, Expresión Escénica y Plástica, Cine, “El lenguaje y la palabra”, etc. Los cursos se abonan mensualmente. Además, se realizan congresos, charlas y actividades de esparcimiento programados y organizados por el instituto exclusivamente para sus alumnos.


Grupo de pertenencia

- ¿Qué siente cada vez que va a trabajar allí?
- Me siento muy a gusto, me agrada muchísimo lo que hago. Es mi grupo de pertenencia, donde paso varias horas haciendo distintas actividades y compartiendo con gente linda muchos momentos gratos. Participo en distintas tareas de diferentes grupos que realizan actividades, por ejemplo el Grupo de Solidaridad que asiste a colegios y comedores carenciados que organizan colectas entre los alumnos del Instituto. Además, participo como voluntaria del Centro de Atención Telefónica a Mayores (ATM) 


- ¿Qué la motivó para ofrecerse a trabajar en el Servicio de Atención Telefónica a Mayores (ATM)?
- El ATM es un servicio que se presta a través de un número telefónico al que personas que necesitan ser escuchados porque están solos, o con algún problema,  y/o no tienen o no saben con quien conectarse para aclarar dudas o situaciones de todo tipo, encuentran en este servicio alguien que los escucha, orienta o informa de algún servicio que pueda serles útil. Lamentablemente hay mucha gente mayor sola, o con familia que por razones de trabajo o de tiempo no pueden a veces prestarles la atención que necesitan y merecen y para eso estamos los voluntarios del ATM. Me motivó trabajar en este servicio comprender que tal vez parte de mi tiempo podía dedicarlo justamente a acompañar a alguien que necesitaba una palabra de aliento, un rato de charla, una compañía que aliviara su soledad o su problema, aunque sólo sea por escucharlo y dejar que se desahogue. Los voluntarios nos sentimos muy bien y creo que es más lo que recibimos, que lo que damos. Y por ello siempre afirmo que la edad no me impide seguir siendo útil.
   
Por María Julieta Poncio

No hay comentarios:

Publicar un comentario